lunes, 9 de noviembre de 2009

Pensamiento crítico en "Razonando"


Supongamos que usted se encuentra en un cementerio a las dos de la madrugada. Un frío que lo hace tiritar unido a cierto nivel de nerviosismo hacen de la noche un ambiente con características similares a la película de terror más socorrida del verano. Una figura humana vista a lo lejos permanece estática, observándolo. No cabe duda: es un alma en pena que ha sufrido bastante al grado de estar tan amargada que desea asustarlo a niveles cardiacos. El susto y la atmósfera nocturna hacen efecto: usted sale corriendo despavorido. El mes siguiente contará a medio mundo que en aquel lugar espantan: habrá nacido la leyenda que cuenta que el cementerio mencionado alberga espíritus chocarreros que al no tener nada más interesante que hacer, se dedican a espantar incautos.

Esta es la versión que el 99% de las personas aceptarán como real. Sin preguntarse si el asunto fue real o no, aceptarán como cierto aquel escabroso suceso sobrenatural no porque sea realidad, sino porque la explicación fuera de lo común es más atractivo que el hecho de que realmente un viejecito borracho rondaba por los alrededores y es quien usted vio e interpretó como fantasma.

Las personas regularmente no manifiestan un interés por analizar cuidadosamente los supuestos casos paranormales. Esto trae como consecuencia que cosas ínfimas y sin importancia se interpreten con una visión fantástica. Esto acarrea un grave problema: al traer la gente esta visión de “acepta la explicación fantástica porque es la que justifica y nutre tu fe”, esta se vuelve blanco fácil de charlatanes y embaucadores. De ahí la importancia del pensamiento crítico.

Por eso he decidido crear junto con varios amigos y colegas el boletín electrónico “Razonando”, el cual intenta divulgar esta manera de pensar. No aceptar a la primera la explicación paranormal nos permite profundizar mucho en el caso que se estudia al grado de comprender lo que realmente está de fondo. En este sentido, el pensamiento crítico permite un análisis riguroso para acceder a las verdaderas causas que provocan el supuesto fenómeno.

Así pues, Razonando surge como una publicación que difunde información confiable basada en la manera de pensar mencionada. En este primer número podrán leer “Noticias” y “Frases Escépticas” así como “Voces en Divulgación Científica”. El boletín finaliza con una sección de “Humor” que busca robar una sonrisa al lector después de la información brindada.

Así que desde este blog los invito a leer en línea o descargar el boletín Razonando.

sábado, 10 de octubre de 2009

No todo investigador es buen divulgador


Siempre he dicho que la labor de la divulgación científica requiere de un buen entrenamiento. Se requieren ciertas habilidades para comunicar eficientemente la ciencia al público en general. Carecer de alguna de éstas condena a la ciencia a ser vista como una actividad poco interesante que es realizada por un grupo de sujetos aburridos e inadaptados.

En los estudios de cualquier carrera científica, muchos creen que los egresados tienen automáticamente la habilidad para comunicar los conocimientos que poseen a sus futuros alumnos. No obstante, muchos científicos presentan como primer problema que la cátedra suele ser una actividad que no dominan con efectividad. Asimismo, la transmisión de los conocimientos científicos al ciudadano promedio regularmente viene acompañada de cierta monotonía o del uso de un lenguaje tan especializado que las personas terminan sin saber en realidad qué es lo que se dijo.

Uno buen ejemplo de los problemas que tienen los investigadores a la hora de querer divulgar su labor es el libro 7 Problemas de la Astronomía Contemporánea. Uno de los autores, Manuel Peimbert, comete el error de pensar que el público potencial ya domina un buen número de conceptos astronómicos. Entonces su participación se convierte en una charla especializadamente técnica con sus colegas que termina por aburrir al lector no avezado en la materia.

El estilo de Julieta Fierro provee otro buen ejemplo. La Dra. Fierro maneja bastante bien la divulgación científica en radio y televisión. Quizás su problema es en la divulgación escrita. Hay casos en los que muchos de sus libros están escritos con un lenguaje accesible para el lector, mas el problema en ocasiones es que el estilo y la temática de éstos refleja una necesidad por perfeccionar la manera en la que se escriben y transmiten los conocimientos científicos (Julieta presenta el “Síndrome del Investigador que ya no investigó”, en donde se dedica tanto tiempo a divulgar la ciencia que se descuida la investigación hasta el momento en que la primera resulta ser la única gran opción para seguir trabajando. Carl Sagan, Isaac Asimov y Richard Dawkins son ejemplo de lo anterior).

Uno de los problemas más grandes es que existe la creencia generalizada de que cualquier investigador será obligatoriamente un buen divulgador. Esto no es cierto más que en contadas ocasiones. Si uno lee a un divulgador científico profesional, nos podremos dar cuenta que hay un correcto manejo del lenguaje acompañado de amenidad; se transmite el conocimiento sin necesidad de escupir al lector todo el lenguaje especializado que se posee; se mezclan conceptos de otras ciencias y humanidades que permiten complementar los textos de divulgación científica. La mayoría de los investigadores no siguen estas simples reglas. El investigador lo que hace en muchas ocasiones es hablar de su tema con mediana o cargada especialización (aunque no hay que generalizar, ya que hay muchos y variados casos de científicos que tanto divulgan medianamente bien hasta los que de plano no tienen la menor idea de cómo hacerlo).

Los problemas que acarrea la mencionada generalización tiene un fuerte impacto en la divulgación científica nacional. En la colección de La Ciencia para todos, se exige a quienes escriben que sean parte del Sistema Nacional de Investigadores para tener el espacio editorial para escribir sobre ciencia. Esto acarrea un pequeño gran problema: los divulgadores científicos profesionales, quienes tienen verdaderamente la experiencia para escribir sobre diversas ciencias (y que en su gran mayoría divulgan muchísimo mejor éstas), pierden un gran espacio para expresar sus habilidades. Esto trae como consecuencia que pese a pocas excepciones, la colección mencionada mantenga un grado alto de lenguaje científico especializado contado con tan poca habilidad que esto simplemente condena a la gran mayoría de la colección a ser tachada de libros técnicos muy aburridos.

Es menester replantear quiénes deben tener la gran mayoría de espacios para divulgar de una manera eficaz la ciencia. Se requiere dar un pequeño curso básico sobre comunicación de la ciencia a todo investigador para que esta actividad mejore sustancialmente. Empezar a tomar realmente en cuenta la divulgación científica y a los divulgadores puede ser el primer paso para que esta labor adquiera un papel más importante y que los investigadores tengan la oportunidad de convertir sus monótonos y sobrecargados libros en mejores obras para que lleguen cada vez a un número mayor de ciudadanos.

viernes, 21 de agosto de 2009

Cómo no divulgar la ciencia: el caso de Rodolfo Garrido.


La labor dentro de la divulgación de la ciencia requiere un buen entrenamiento. Es necesario conocer al menos una disciplina científica con la suficiente profundidad. El dominio básico de algunas de las técnicas periodísticas (prensa escrita, por ejemplo) es indispensable para poder comunicar al público de una manera efectiva el quehacer científico. Estos son al menos algunos de los requisitos básicos para poder aspirar a ser un buen comunicador.

En la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) existe un diplomado en divulgación de la ciencia que ha tenido mucho éxito. Nunca lo he cursado, pero seguramente enseñen que un futuro divulgador científico debe leer las fuentes originales en cuanto a información científica se refiere (leer directamente los artículos originales publicados en las revistas especializadas). Otra de las cosas que seguramente han de enseñar es que un divulgador debe entender las limitaciones de la disciplina que comunica a su público, así como saber distinguir los conceptos científicos de los que no lo son.

Me han contado que en el diplomado se leen textos de divulgadores científicos famosos para conocer la manera adecuada para comunicar al público la ciencia. Asimismo, se consideran textos en los cuales se comunica de una manera pobre o poco adecuada la labor científica para que los futuros divulgadores sepan cómo no divulgarla. Con respecto a lo anterior, una posible recomendación para los encargados de dicho diplomado sería revisar los textos y espacios radiofónicos en que participa el ingeniero Rodolfo Garrido.

Garrido mantiene un programa radiofónico titulado Fronteras del Conocimiento. En este espacio su conductor ofrece al público las últimas noticias científicas referentes a las más variadas disciplinas (Biología, Química, Física, Astronomía, etc.). A su vez se ofrecen entrevistas con científicos sobre algún tema en particular. Hasta aquí todo parecería ser miel sobre hojuelas.

Uno de los principales problemas es que Garrido no consulta las fuentes originales (los artículos científicos originales conocidos como papers), sino que accede directamente a las notas periodísticas resumidas por vaya a saber qué periodista. Si quien escribió la nota entendió mal el artículo original, el ingeniero y conductor del mencionado programa divulgará directamente la información con los errores de la fuente secundaria. Otro de los problemas es que para divulgar, por ejemplo, los últimos avances en Biología, el conductor no posee las credenciales necesarias: eso de intentar divulgar absolutamente toda la ciencia trae irremediablemente el problema de dar a conocer al público información parcialmente errónea debido a la falta de comprensión de quien divulga. En ese sentido, Garrido falla como divulgador: no intenta dar a conocer al público cómo funciona la ciencia o informar a su auditorio que hay muchas ideas pseudocientíficas que son un verdadero peligro.

El último punto anterior se explica bien: el señor Garrido trabaja para Jaime Maussán. La gente de ciencias considera abiertamente que este último señor trabaja con información pseudocientífica. Si realmente deseara convencer a la comunidad científica, sus trabajos deberían ofrecerse a revistas científicas especializadas para su revisión, discusión y aceptación o rechazo. Esto no ocurre. Las supuestas evidencias de visitas extraterrestres se transmiten en espacios televisivos comerciales que desean obtener mucho raiting. Así no podemos aceptar nada: los casos presentados de OVNIs se ven muy sospechosos y generan todo tipo de dudas. Bien sabe el ingeniero que si denunciara a los traficantes de la información pseudocientífica tendría que denunciar al propio Maussán.

En el programa de Los Grandes Misterios del Tercer Milenio, Garrido regularmente presenta reportajes sobre ciencia. El formato en el que éstos se presentan también deja mucho que desear. Hablar sobre astronomía requiere que un divulgador brinde la información de una manera breve y substanciosa, con palabras sencillas sin revolver la información. El error de Garrido es hablar sobre ciencia intentando utilizar un lenguaje maquillado que pretende ser poético sin conseguirlo. Aunado a este error, mezclar conceptos científicos con temas pseudocientíficos como las Profecías Mayas termina con toda esperanza de obtener un buen reportaje de corte científico.

Divulgar la ciencia requiere de talento y algo de maña. No tener las nociones precisas para llevar a cabo tan loable labor condena a la ciencia y al propio divulgador a una pobre o nula comprensión de la información por parte del público no especializado.

miércoles, 29 de julio de 2009

¿Va en serio?


Existe en canal 34 de Televisión Mexiquense un programa que se anuncia como un espacio para la entrevista y el debate conducido por Carlos Ramos Padilla. Va en Serio, que es como se titula este espacio televisivo, presenta en cada transmisión algún especialista para hablar sobre temas políticos, económicos, sociales, así como cualquier tópico que pueda desencadenar la anécdota interesante o el debate ardiente. Siendo una persona versada en ciencia, mi crítica viene directamente al escaso respeto que se le ha dado a esta actividad humana y al público en general por parte de este espacio.

Hace algunos programas, el señor Ramos ofrecía a su público una entrevista con arqueólogos teniendo como objetivo hablar sobre las zonas arqueológicas en México. El espacio de discusión prometía mucho. Los últimos descubrimientos en cuanto a los restos de culturas precolombinas deberían haber fascinado al público nocturno que esperaba disfrutar de un espacio cultural digno de toda persona. Sin embargo, el debate se arruinó por completo: el conductor sólo insistió en el origen extraterrestre de las mencionadas ruinas construidas hace cientos de años sin darle una buena oportunidad a los especialistas para contarle al público sobre la labor diaria que realizan.

En otra emisión del programa, el mismo conductor anunciaba una emisión para hablar sobre el tema de la vida extraterrestre. Sus invitados: la astrobióloga Antígona Segura Peralta, investigadora del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM y Max Schiaffino: un joven entusiasta que no era ni científico ni especialista en el tema. El posible debate (que fue inexistente), prometía mucho. Hablar sobre las últimas investigaciones científicas en torno a la búsqueda de vida en otros mundos se venía venir como el tema de la noche. El problema surgió cuando el conductor no paró de mencionar argumentos estrictamente pseudocientíficos en torno a que los seres humanos somos visitados por seres extraterrestres y otros asuntos relacionados. La mencionada científica se llevó un gran coraje de su vida al ver que el aspecto científico había sido sustituido por la parafernalia esotérica.

El problema con el mencionado programa es que su conductor deja mucho que desear en cuanto a su labor como periodista. Más allá de ser un presentador imparcial, Carlos Ramos Padilla aparece como un fanático que lo único que desea es justificar su fe invitando de vez en cuando a personas que manejan temas de corte sobrenatural. Es una verdadera lástima que espacios como este, que bien podrían convertirse en una de las transmisiones de mejor calidad en la televisión mexicana en cuanto a barra de opinión se refiere, es simplemente el espacio en el que un creyente manifiesta abiertamente la imposición al público de sus creencias.

El ejemplo anterior ilustra los peligros de la incultura científica. Un televidente que no sepa distinguir entre los conocimientos científicos y las ideas que tratan de aparentar ser ciencia cuando en realidad no lo son, puede ser víctima de todo tipo de abusos por parte de charlatanes. De ahí la necesidad de espacios para la divulgación científica.

Realicemos el siguiente experimento. Les haré dos afirmaciones: 1) Se ha descubierto que las pirámides fueron construidas por seres extraterrestres. 2) Se han descubierto nuevas cámaras ocultas en las pirámides gracias al uso de partículas subatómicas. ¿Cuál afirmación es científica y cuál no lo es?

Si usted mencionó la segunda opción, lo felicito. Hay estudios actuales usando partículas subatómicas para descubrir cámaras ocultas dentro de las pirámides de Teotihuacan. Esto es ciencia realizada por investigadores del Instituto de Física de la UNAM. En cambio, no hay evidencia sustentable que nos haga pensar que seres extraterrestres construyeron las antiguas zonas arqueológicas. El ser humano siempre ha sido capaz de ingeniárselas para realizar todo tipo de construcciones. Si seres inteligentes provenientes de otros planetas hubiesen realmente visitado a nuestros antepasados, una fuerte evidencia de ello sería la conservación de algún instrumento tecnológico muy avanzado para aquella época o el hallazgo de algún cuerpo con características que nos hicieran pensar que no es de este mundo.

No hay evidencia sustentable que nos indique que seres extraterrestres anclados en naves interplanetarias con forma de platillo volante visiten actualmente nuestro planeta. Si realmente esto sucediera, la comunidad científica no se mostraría reacia ante los dudosos vídeos o los tramposos testimonios de gente que desea su minuto de fama en la televisión. La evidencia contundente vendría a ser el hecho de poder tener enfrente de nosotros a la nave extraterrestre y a sus tripulantes. Sin embargo, esto nunca ha ocurrido.

A diferencia de lo anterior, existe mucho investigación alrededor de la posibilidad de vida en otros planetas. Los científicos buscan señales de vida extraterrestre a través de la detección de elementos y compuestos químicos (oxígeno, metano, agua, etc.) que pudiera delatar la presencia de esta en los llamados planetas extrasolares (planetas que giran alrededor de otras estrellas). La búsqueda de indicios de vida pasada o presente en el planeta Marte mediante los robots de exploración enviados a aquel mundo puede darnos la sorpresa de nuestras vidas. Asimismo, los astrónomos, a través de una red de radiotelescopios, buscan posibles señales de civilizaciones fuera de nuestro planeta.

No hay manera más sencilla de refutar los conceptos pseudocientíficos más que divulgando la verdadera ciencia. Esta es una actividad que proporciona conocimiento confiable acerca del Universo en el que vivimos. Aunque conductores como Carlos Ramos sigan cerrándose ante este hecho y prefieran la fe ciega, la ciencia es la herramienta más efectiva que tenemos los seres humanos para arrebatarle a la naturaleza sus secretos. Créanme, va en serio.

jueves, 28 de mayo de 2009

Una dichosísima palabra


Ya lleva seis años el programa televisivo conocido como La Dichosa Palabra. Su éxito se debe en parte a la gran cultura de sus cinco especialistas así como al humor tan inteligente y agradable que tanto los caracteriza. Podríamos decir en pocas palabras que nos encontramos frente a uno de los programas culturales más exitosos de toda la historia de la televisión pública.

Cada sábado uno puede encender la televisión y encontrar un espacio que se destaca por la festividad del lenguaje. Nicolás Alvarado, Pablo Boullosa, Germán Ortega, Laura García y Eduardo Casar, sus cinco conductores, hacen gala de sus vastos conocimientos. Nicolás se destaca por su gran cultura general, sus conocimientos sobre cine, televisión, así como todo tipo de Literatura que se le ponga enfrente (entre otras curiosidades, su enorme facilidad de palabra permite que su figura resalte poderosamente); Pablo es un hombre culto por naturaleza, un hombre interesado entre otras cosas por la buena poesía; Germán hace gala de sus conocimientos etimológicos y su dominio de la historia comparada de las religiones (que hasta donde sé, es también el título de una materia que imparte en la UNAM); Laura, cuya belleza acapara la atención de cualquiera, sabe explicar aspectos gramaticales del español; y finalmente, Eduardo, el humorista del grupo, apasiona al público con sus conocimientos sobre letras hispánicas (me comentan que da clases en la licenciatura del mismo nombre en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM).

Para muchos (no me incluyo) no todo es miel sobre hojuelas. Para algunas personas el programa mantiene un ritmo por demás catatónico. Los chistes que se cuentan resultan de una sencillez por demás simplona y a pesar de los esfuerzos de sus conductores, se mantiene un lenguaje por momentos demasiado local y especializado para el telespectador no ilustrado o inmerso en el mundo de las letras.

Dice Álvaro Cueva (y en eso concuerdo totalmente) que el programa tiene varias fallas en cuanto a producción. Debería haber una mejor coordinación entre conductores y productor para que no se quebrante por momentos el ritmo que se lleva.

Algunos televidentes comentan que de vez en cuando la información que se brinda es un tanto parcial. Por dar un ejemplo, se dice que en alguna de las innumerables emisiones se hablaba sobre el supuesto misterio de la Virgen de Guadalupe y que sólo se mencionó la versión que todos los creyentes querían escuchar y la versión alternativa que trata sobre la fabricación de una imagen religiosa para someter a los indígenas en los inicios del México colonial jamás se sugirió ni de broma.

Continuando con la crítica, me parece que cuando se pregunta a los conductores sobre algún tema científico, a pesar del esfuerzo que éstos realizan, el tema tratado termina siendo aún más confuso de lo que era antes. Un ejemplo de esto es cuando un televidente preguntó sobre el significado de la palabra supernova.

Aún así, dejemos de lado estos detalles que pueden corregirse con más esfuerzo por parte de todo el equipo que forma parte del programa. Disfrutemos de un espacio televisivo que invita al público a la discusión, al comentario, pero sobre todo, a la lectura: un tema que hace falta cultivar en todos los mexicanos.

jueves, 26 de marzo de 2009

Edmond Hamilton y la Evolución


Para el año de 1859, Charles Darwin publicaba un libro con evidencia abrumadora a favor de los cambios que sufrían las especies a través del tiempo. EL ORIGEN DE LAS ESPECIES vendría a cambiar la visión de los biólogos (previamente llamados naturalistas) sobre los procesos de adaptación y de especiación de toda la biodiversidad que habita este planeta.

Hoy en día la evidencia varía desde los argumentos biogeográficos hasta los paleontológicos. Los procesos y patrones evolutivos son un tanto azarosos y dependientes de toda una serie de factores ambientales y genéticos. Hay que resaltar que la evolución no lleva un camino predeterminado y por más que evolucionistas ocurrentes especulen sobre el futuro de las especies, no conocemos todos los posibles caminos que éstas puedan tomar.

Para la década de 1930, Edmond Hamilton, autor consagrado de ciencia-ficción que firmó sus mejores trabajos antes de la Edad de Oro, escribió tres cuentos en especial con una visión un tanto tendenciosa amparada en una interpretación estrictamente personal sobre lo que era la evolución. Uno de los errores de Hamilton fue sugerir que los caminos evolutivos ya poseían en sí un camino escrito y que los organismos (incluido el hombre) tendían hacia la perfección.

En el cuento EL HOMBRE QUE EVOLUCIONÓ, un científico descubre que la radiación cósmica es la causante de los cambios evolutivos del ser humano. Luce a la vista una idea interesante y desquiciada: ¿porqué no concentrar esa radiación hasta obtener el último estadio evolutivo del Homo sapiens? El experimento funciona, aunque una nueva dosis de radiación muestra la terrible verdad: la evolución es circular y cuando el hombre esté en su último estadio evolutivo, al paso del tiempo se convertirá en una masa gelatinosa irregular que derivará nuevamente en las primeras formas de vida. El autor estima que el único factor que produce el cambio en las especies son los rayos cósmicos y que estos cambios tienen una senda previamente establecida. Como comenta Isaac Asimov en la mal llamada antología LA EDAD DE ORO DE LA CIENCIA-FICCIÓN I, esta radiación que llega a la Tierra solamente es un pequeño factor que puede originar algunas mutaciones. El papel de la Selección Natural y de otras fuerzas evolutivas como la migración de los organismos o la endogamia nunca se toma en cuenta.

Si leemos con calma LA GALAXIA MALDITA, nos enteraremos que la vida no surgió por evolución química y molecular, sino por la necedad de una especie de ser de luz. Hasta hoy se sabe que a partir de la combinación de ciertos compuestos químicos simples (vapor de agua, metano, amoníaco, hidrógeno, etc.) se producen compuestos orgánicos complejos incluyendo algunos aminoácidos a partir de reacciones químicas generadas con descargas eléctricas que simulan el papel de la luz ultravioleta. Quizás a partir de aquí surgieron los elementos necesarios para la aparición de los primeros seres vivos sin la acción, necesidad o descuido de algún ente místico o extraterrestre.

Y finalmente, en INVOLUCIÓN, un ser similar a un paramecio gigante visita nuestro planeta. El humano que se encontraba justamente en el lugar y momento adecuados se entera de que el surgimiento de los seres vivos que habitan la Tierra se deriva de una evolución inversa de esa raza de paramecios. Una vez que éstos llegaron a este planeta, degeneraron en seres simples y primitivos: ¡nosotros! Nuevamente vemos que Hamilton pensaba que la evolución tendía a una perfección preestablecida y que la opción contraria consistía en una degeneración de las especies cuando resulta que para aquella época estas ideas decimonónicas ya se habían superado.

El mayor error de Edmond Hamilton fue no leer adecuadamente las teorías evolutivas. Sin embargo, eso no quita que los cuentos mencionados se lean de un tirón y con un gusto más que placentero.
Publicado originalmente en El Sitio de Ciencia-ficción.

viernes, 13 de marzo de 2009

Wall-e y «La ley del uso y desuso»


Imagine usted, estimado lector, que día con día nutre su cuerpo con largos periodos de ejercicio en el gimnasio que queda a la vuelta de su casa. Conforme transcurren los años (y unos cuantos litros de esteroides) desarrollará un cuerpo más que escultural. Posteriormente, y como reza aquella frase de matrimonio y mortaja del cielo baja, se casa con la mujer de su vida y tiene muchos hijos (por el momento no nos peleemos con la planificación familiar) Se da cuenta que como van creciendo sus retoños, éstos presentan en sus cuerpos una musculatura muy similar a la que usted ha desarrollado con gran esfuerzo. Las generaciones pasan y tiene la oportunidad de ver a sus nietos y bisnietos crecer y desarrollar sin mayor cansancio una complexión más que envidiada por todo físicoculturista: lo que ha conseguido es heredar caracteres adquiridos a su descendencia.

Esto realmente ocurriría si la Herencia de los caracteres adquiridos, propuesta por Jean Baptiste Lamarck hace alrededor de dos siglos, fuera un hecho contundente. Lamarck pregonaba que en todos los seres vivos había una especie de fluido nervioso que permitía alcanzar características en función de las necesidades más elementales. El ejemplo clásico que ilustra perfectamente estas ideas era la explicación para el crecimiento del cuello en las jirafas. Originalmente estos mamíferos poseían un cuello corto, pero a falta de alimento y a sabiendas de que las exquisitas hojas se encontraban a una gran altura, el fluido nervioso les habría permitido desarrollar cuellos más largos y heredar esta nueva característica a sus descendientes.

El asunto inclusive podía ser llevado a sus últimas consecuencias: si los organismos utilizaban ciertos caracteres (es decir, las características morfológicas tales como las patas, las mandíbulas, la vista, etc.) en demasía, con el paso de las generaciones éstos se desarrollarían cada vez mejor; pero en cambio, si algunos de éstos ya no se utilizaran, con el paso de las generaciones empezarían a atrofiarse hasta desaparecer casi por completo. A esto se le llegó a conocer como la Ley del uso y desuso.

Hoy en día, a pesar de que algunos desean retomar estas especulaciones decimonónicas, la evidencia indica que ese fluido nervioso y esos cambios por uso o desuso no ocurren en la naturaleza. Por eso resulta más que curioso que en la última obra maestra de Pixar, WALL-E, la idea se haya planteado sin ningún cuidado.

Cuando Wall-e y Eva llegan a las colonias humanas en el espacio, el espectador puede apreciar la total dependencia y deshumanización de los humanos al permitir que las máquinas les hagan todo. Han transcurrido varios siglos y los hombres se han convertido en una suerte de seres gordinflones que no realizan actividad física alguna. Pero lo más curioso aparece cuando vemos que a partir de la falta de uso de brazos y piernas éstos se han ido reduciendo de tamaño y han perdido funcionalidad; una situación que bien no podría ocurrir en la vida real. Lo que sí resulta más que creíble es el sobrepeso producto de la total inactividad que, frente a la falta de medidas preventivas, podría disminuir el promedio de vida del ser humano especialmente por enfermedades como la diabetes, la hipertensión arterial y los infartos al miocardio.

Antes de que algún cinéfilo chileno proteste, he de aclarar que estos detalles no polarizan de ninguna manera la maestría del filme. Disfrutemos la peli por su calidad y profundidad, por la gran historia de amor y por la cada vez mejor animación de los creadores de Pixar que sigue haciéndome dudar si esta empresa debería permanecer al lado de Disney.
Publicado originalmente en El Sitio de Ciencia-ficción.