martes, 14 de octubre de 2008

Mejorando extraterrestres



¿Se ha preguntado alguna vez por qué siempre en la televisión nos hablan de supuestas visitas de seres extraterrestres en donde los visitantes tienen formas muy similares a la humana? ¿Por qué vienen en platillos volantes y no en comales hiperlumínicos? Es muy posible que la respuesta se encuentre en la tendencia humana a antropomorfizar todo lo que ve e imagina.


Realmente no tenemos evidencia certera que nos indique que somos visitados por seres provenientes de otros mundos. Los supuestos avistamientos y testimonios de miles de personas no nos sirven de mucho a la hora de preguntarnos si esto ha sucedido. Quizás hay varias razones por las cuales no nos han visitado hasta ahora: la galaxia es tan grande que aún no nos han encontrado, se han autodestruido a la hora de desarrollar una civilización tecnológica, los viajes a velocidades mayores que la de la luz son imposibles, etc. En ese sentido, no nos queda de otra más que especular y usar toda nuestra imaginería para inventarlos y disfrutar con su artificiosa presencia.


En la mesa redonda Vida Extraterrestre: Ciencia y Ficción, llevada a cabo hace unos meses en la Facultad de Ciencias de la UNAM, Sergio de Régules nos argumentaba que si existiese una civilización extraterrestre, los seres que la conformarían deberían tener formas completamente distintas a la nuestra, aunque (en palabras de Ciryl Ponnamperuma) muy posiblemente tendrían una química muy parecida a lo que existe aquí en la Tierra. Nos hablaba entonces de Volvox, un conjunto de algas microscópicas que crece para formar colonias. Si allá en los abismos del espacio hubiese algún ser vivo, este desarrollaría una biología completamente distinta a lo que conocemos aquí en nuestro mundo.


Hace poco tiempo, estudiando con un libro de Zoología de Invertebrados, me encontré un comentario en donde el autor afirmaba que la mejor manera de representar a un ser extraterrestre es a través de la morfología de Pycnogonida: un tipo de araña acuática con cuatro pares de patas que a primera vista nos parece algo totalmente fuera de este planeta.


¿Estamos solos en el Universo? No lo sabemos, pero mientras llega la respuesta, no está mal seguirnos deleitando con los extraterrestres que vemos en las películas o en las novelas de ciencia-ficción. Sólo una recomendación: hay que meterle más imaginación al asunto, y para ello, ahí están los organismos más extraños y exóticos para inspirarse.

viernes, 3 de octubre de 2008

Lo que nos cuentan en la escuela




Hay veces en que la escuela primaria o secundaria no dan la información de una manera confiable. ¿Y esto qué significa? Bueno, pues que los profesores son especialistas (se supone) para enseñar ciertos conocimientos de cierta área del saber humano, aunque a veces se salgan por la tangente al expresar sus creencias personales o al enseñar lo que está marcado en los textos de educación básica.


Un ejemplo viene a ser el origen de algunas zonas arqueológicas en México. A pesar de que existen una cantidad de estudios sobre las culturas precolombinas, me tocó una vez tener una maestra de Historia de México en la secundaria que afirmaba categóricamente que las pirámides habían sido construidas por seres extraterrestres. ¡Juro por el Mosntruo de Espagueti Volador que eso nos contaba! Afortunadamente la ciencia es una herramienta racional muy efectiva en donde para aceptar algo, es necesario pasar a través de un control de calidad representado por la comunidad científica. Y si aplicamos esta herramienta en este caso podemos asegurar que las narraciones paleoastronáuticas no tienen evidencia sustentable para confirmar esto. Solo es cuestión de tener un poquito de sentido común.


Otra de las curiosidades que mencionaban mis maestras en la primaria era el camino evolutivo que había seguido el ser humano. Hoy sabemos que la evolución es un tanto azarosa y que actúan cinco fuerzas (selección natural, deriva génica, flujo génico, endogamia y mutaciones) para que este hecho natural haya producido la gran biodiversidad existente en nuestro planeta. Pese a que los biólogos (tanto los profesionales como los que están en formación) sabemos que el camino evolutivo del ser humano no sigue un sendero hacia la perfección, los esquemas que muestran un simio atravesando distintos estadios para llegar al Homo Sapiens aparecen no solamente en los libros de texto, sino también en todos los desplegados mercadotécnicos que bombardean nuestras pupilas.


Y no se hable del caso de Estrecho de Bering. Si hojeamos cualquier librito de primaria encontraremos que en la última glaciación que azotó nuestro planeta formó una especie de puente intercontinental que permitió a ciertos grupos humanos asiáticos emigrar a América. Sin embargo, no se tiene suficiente evidencia de esto y la explicación con respecto a las fragmentaciones a lo largo del tiempo geológico suenan como la alternativa más plausible. Simplemente se sabe que hay un movimiento de las placas tectónicas y que los continentes se alejan unos de otros unos cuantos centímetros por año. Este desplazamiento llegó en un momento determinado a separar por completo América de Asia dejando a grupos de seres humanos emparentados completamente aislados en sendos continentes.


Hay algunos mitos que prevalecen en los conocimientos populares. Aquí es cuando entra la evidencia y el análisis científico para mostrarnos que a final de cuentas el león no es como lo pintan.